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¡Profes! Comienza el año escolar. 6 pistas para desarrollar una práctica pedagógica inclusiva



Comienza el año escolar y el reto de transformar las prácticas docentes para materializar la educación inclusiva vuelve a ser una prioridad y una necesidad. En 2021 la pandemia del Coronavirus no puede ser una excusa. La educación inclusiva, además de un derecho de todos los estudiantes, es un deber de los maestros (Lea también: Hacia dónde va el mundo en educación inclusiva: 8 ideas del Foro de la Unesco). Pero para que la educación inclusiva no sea vista como una carga, sino como una oportunidad para desarrollar una práctica reflexiva crítica e innovadora, en #EscuelaParaTodos de DescLAB les presentamos 6 pistas sobre qué hacer para ser un maestro inclusivo y por tanto, y mejor maestros.


Pista 1. Tómese el tiempo para conocer a sus nuevos estudiantes. Pregunte por ellos a los maestros anteriores, genere espacios para tener una devolución por parte de quienes los tuvieron como sus estudiantes el año anterior. Reciba esa retroalimentación de manera positiva, pregunte por lo bueno, por las motivaciones, por lo logros. No se enfoque, ni deje que sus compañeros lo enfoquen, en lo negativo, de allí no sale nada bueno


A veces tenemos muchos estudiantes, priorice a aquellos que más lo necesitan, pregunte por los que tienen bajo rendimiento, por los que casi pierden el año, por los más retraídos, por los que tienen pocos amigos, esos son quienes más lo necesitan como docente reflexivo crítico e innovador.


Pista 2. Haga un ejercicio de valoración pedagógica cotidianamente, en su día a día. No se quede solo con la retroalimentación que le hacen sus pares maestros. Dedique las primeras semanas de clase a conocerlos, a observarlos de manera intencionada, a darles oportunidades, a conversar con ellos. Tome nota de lo que observa, crea en sus instintos y capacidad de observación, pero al tiempo, ponga en duda sus prejuicios.


A veces tenemos muchos estudiantes y es más difícil, priorice a los que tuvieron bajo rendimiento el año anterior, a los más retraídos, a los que participan poco, abra sus puertas y su tiempo para que los estudiantes que más lo necesitan se acerquen a usted.


Haga mapas de la clase, ubique allí a los estudiantes, dibuje sus relaciones, pregúnteles por lo que más los motiva, pregúnteles por sus logros, por lo que los hace sentir orgullosos. A partir de allí es posible planear las clases, brindar apoyos y ajustes razonables.


Acá les contamos algunas ideas sobre la valoración pedagógica y cómo hacerla desde el salón de clases, con los recursos con los que cuenta cada maestro.

Pista 3. Tenga claros los objetivos a lo largo del año escolar, qué es eso que quiere que logren los estudiantes. Concéntrese en la colaboración y en el reconocimiento, no en la competencia. Piense en grande, no se limite a los contenidos que exige el currículo, piense también en competencias, en habilidades. Uno de los elementos clave de la educación inclusiva es poner en duda y eliminar las prácticas competitivas entre los estudiantes y reemplazarlas por prácticas de amabilidad, de reconocimiento y de colaboración. No es fácil. La lógica de un ganador, muchos perdedores está inscrita en nuestra cultura, pero quién mejor que un maestro para transformar la cultura.


Así, asegúrese que primen las altas expectativas, en eso que puede lograr cada estudiante con sus capacidades y posibilidades. Vale la pena poner un par de frases que le recuerden esto en su oficina o en su salón de clases.


Pista 4. Un maestro inclusivo es un maestro que planea sus clases y las actividades en función lo que necesitan sus estudiantes. Hay una máxima clave, los malos maestros son los que no planean, los que improvisan o hacen lo mismo, año a año. Ojalá usted no sea, y no se convierta nunca, en uno de esos maestros.


Peor no basta planear. La educación inclusiva requiere planear de manera abierta y flexible, poniendo a los estudiantes en el centro, preguntándonos si con lo que hacemos y de la forma como llegamos a todos, si debo hacer cosas diferentes, alternativas. En fin, planear poniendo en duda lo que hacemos, siendo capaces de cambiar y ajustar sobre la marcha. Suena fácil, pero no lo es. Como maestros estamos acostumbrados a tener la razón, a no poner en duda lo que hacemos, mucho menos a preguntarles a los estudiantes qué opinan o qué necesitan.


Pista 5. Hacer el PIAR para los estudiantes con discapacidad y para aquellos que más lo necesiten. No basta solo planear pensando en todos, hay que hacer visibles las necesidades de quienes más nos necesitan, dejar constancia de los apoyos y ajustes, de lo que funciona y de lo que no lo hace. El Piar debe hacerse de forma personalizada, contrastando las posibilidades y capacidades de cada estudiante con el currículo y las actividades planeadas para todos los estudiantes. No piense en el PIAR como un documento más que debe llenar, siéntalo como una oportunidad para desarrollar una práctica pedagógica reflexiva, que le permita poner en el centro al estudiante, intentar acciones nuevas, probarlas, fracasar a veces, triunfar otras tantas.


Acá le contamos qué es el PIAR, para qué sirve y qué tener en cuenta al momento de hacerlo.

Pista 6. Colabore con la familia y con otros maestros. Establezca una relación directa y fluida con la familia, converse con sus pares en el colegio. Pregúnteles qué ha funcionado antes, qué se intentó y fracasó, colabore, escuche, déles ideas, involúcrelos. La educación inclusiva no sucede solo con el conocimiento pedagógico y didáctico, sin conversar con las redes de apoyo de los estudiantes.


La educación inclusiva tampoco sucede en la soledad del salón de clase. Un maestro solitario y abrumado tiene pocas posibilidades de innovar y ser reflexivo con su práctica. Converse con sus compañeros, pregunte, comparta sus inquietudes, sus miedos, los retos, los fracasos y, desde luego, también los éxitos.

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