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No existen las necesidades educativas especiales: 5 ideas para actualizarse en clave de inclusión



Con frecuencia oímos hablar de necesidades educativas especiales (NEE) o de su prima hermana: los supuestos niños "con barreras". Estos conceptos se mezclan en el día a día con el de la educación inclusiva, con el de ajustes razonables y con el de diseño universal para el aprendizaje (DUA). Parecieran compatibles, pero no lo son. Así que si le dicen que su hijo tiene necesidades educativas especiales, usted debe responder que su hijo no necesita nada especial, sino que necesita un maestro que planee sus actividades pensando en todos los estudiantes. Acá le contamos 5 ideas para actualizarse y dudar de falsos expertos.


Idea 1. No existen los niños especiales, porque tampoco existen los niños normales. Cuando se mira de cerca, nadie es normal. Las NEE están pensadas desde el enfoque médico y de la anormalidad (así sus defensores digan que no). Crean dos tipos de estudiantes, aquellos que son, aparentemente, normales y quienes encajan perfectamente en la educación (no hay que ser un genio para saber que esos niños no existen) y los anormales, obviamente usando un lenguaje matizado, el de aquellos con necesidades educativas especiales, porque están enfermos, porque tienen algo raro, porque algo les falta.


Las NEE toman otros nombres sofisticados que igual excluyen e impiden la inclusión. Se escucha con frecuencia la expresión niños atípicos, neuroatípicos, con trayectorias atípicas. El concepto de lo "atípico" es el primo hermano educado de lo anormal. Esto es más de lo mismo. Como nadie se baña dos veces en el mismo río, ningún niño recorre la misma trayectoria educativa de otro niño, así vaya a la misma escuela y aprenda lo mismo.


Hacernos creer que existen estudiantes anormales, que no encajan, que necesitan otra cosa para lo único que sirve es para justificar la presencia de maestros poco creativos y de un sistema educativo que considera que hay estudiantes que no pertenecen a la escuela regular. Todos los niños tienen distintas necesidades, que cambian a lo largo de la vida, que afectan el desempeño escolar, la participación, que ponen en riesgo la permanencia. Una escuela inclusiva no es una que marca a los estudiantes que no se ajustan a lo que ella ofrece, sino que es una escuela que ofrece apoyos y ajustes a los estudiantes que los necesitan. Esa es una escuela inclusiva, no una escuela que atiende necesidades educativas especiales.


Idea 2. Las necesidades educativas encubren una idea nefasta de carga de trabajo adicional. La idea detrás las NEE es que es el niño con con discapacidad el que no encaja, que necesita algo más, algo especial. Con frecuencia, los maestros leen esto como más trabajo. La lógica es esta: yo llevo 20 años haciendo lo mismo y, un día, descubro que debo hacer algo distinto por un niño marcado con el letrero de lo especial. Ahí surgen las excusas: no sé como hacerlo, no estoy capacitado, para esto se necesita un experto. Tampoco se fomenta la creatividad docente, esto porque las NEE encubren bajas expectativas, la idea de un estudiante inferior, que no lo logra, que necesita más. Pero no olviden que ningún estudiante es de segunda categoría.


No es más trabajo para los docente por una razón simple: el trabajo de los profesores es dar respuesta a sus estudiantes, planear para ellos, acompañarlos para lograr grandes cosas. No hacer más de lo mismo y esperar que solo aquellos privilegiados logren grandes cosas mientas otros se quedan atrás.


Idea 3. Como es un asunto supuestamente "especial", que lo haga el experto. A esa supuesta sobrecarga de trabajo le sigue la respuesta típica: que lo haga el educador especial, el experto, el que sí sabe, el terapeuta, la psicóloga. Todos menos el maestro que está en el aula para enseñar. Las NEE ayudaron a relevar al maestro no de una sobrecarga, sino de hacer su trabajo: tomarse en serio a todos sus estudiantes. Como, supuestamente, no los formaron para educar niños "especiales", sino niños normales, será siempre otra persona la que deba encargarse.


En la escuela inclusiva todos los estudiantes importan por igual y son responsabilidad del docente de aula. Por supuesto que no tiene que hacerlo solo, pero de él se espera un rol de liderazgo. Puede haber apoyos de terceros, pero esos apoyos tienen que fortalecer la labor docente, no relevarlo de su trabajo.


Idea 4. Hay una lógica perversa de lo "paralelo" de lo "adicional". Las necesidades educativas especiales no ponen a los estudiantes en el centro, sino que lo más importante es lo que les falta, lo que supuestamente no logran, lo que no les funciona bien. Hablar de ellas justifica que el maestro planee sus clases en abstracto, que siga haciendo lo mismo sin preguntarse si eso que hace le sirve a sus estudiantes, si logra llegar a todos. El trabajo del maestro no es enseñar, sino que sus estudiantes aprendan y, para eso, debe hacer muchas cosas distintas para estudiantes diversos (todos los estudiantes son diversos, no solo algunos).


En las NEE el estudiante se desdibuja en paciente a quien hay que ofrecerle cosas paralelas, cosas adicionales, porque lo que está disponible para la mayoría no le sirve. Refuerzan la idea de que el problema está en el estudiante, que es él quien no lo logra.


Idea 5. La falsa creencia de lo especial debe reemplazarse por la idea de planear para todos. La educación inclusiva pone al estudiante en el centro, a todos los estudiantes, planea para ellos, innova con ellos y despliega toda la creatividad del maestro para enseñar, distintas cosas, a distintos ritmos, de distintas maneras a estudiantes que son distintos entre ellos.


En las NEE no se busca una transformación de las prácticas educativas, sino un remedio, una acción puntual para un estudiantes específico. La educación inclusiva nos exige pensar en cómo debemos transformar nuestras prácticas, no en seguir haciendo lo mismo e inventar remedios para los estudiantes que no lo logran


El concepto de necesidades educativas especiales (NEE) nació en los años 70 y se hizo popular en los años 80. Hoy, está mandado a recoger. Si escucha a maestros, rectores o a supuestos expertos hablando de esto hay dos opciones: está en una maquina del tiempo que lo llevó al Reino Unido tres décadas atrás o, quien le habla, está sospechosamente desactualizado y no ha podido superar el modelo médico-rehabilitador. Probablemente es la segunda opción.


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